viernes, octubre 27, 2006

UNA ESPERA TRAGICA SEGUN PINTER

El montaplatos, de Harold Pinter.
Dirección: Cristian Drut.
Traducción: Rafael Spregelburd.
Intérpretes: Fernando Sureda y Alejandro Fiore.
Vestuario: Cecilia Zuvialde.
Escenografía: Gabriel Caputo. Il
uminación: Alejandro Le Roux.
Diseño sonoro y música original: Javier Cano.
Asistencia de dirección: Leandro Airaldo.
El Piccolino, Fitz Roy 2046 (4779-0353). Viernes, a las 23.30. Entrada: $ 18.
Duración: 55 minutos.
Nuestra opinión: bueno
Se puede suponer que Ben y Gus, los dos protagonistas de esta historia, son asesinos a sueldo que esperan una orden para poner en marcha la siguiente misión. Las suposiciones pueblan esta dramaturgia que construyó en la década del 60 Harold Pinter con pocas certezas, para que fuera el espectador el que llenara las zonas grises a su modo, si le hiciese falta. Así, El montaplatos recorre distintos climas y registros hasta que se instala, cómodamente, en el absurdo, para volver a abandonarlo sin previo aviso. El director Cristian Drut acompaña esos vaivenes, aunque por momentos pareciera que sólo los roza. Drut instala a sus hombres en un ambiente prolijo, austero y limpio y los viste con elegancia. Se diría una construcción de la obsesión. La misma con la que se mueven en el pequeño espacio escénico, la misma que ponen en juego con cada palabra. Y allí aparece el punto más brillante de este texto, en el que los juegos de palabras no sólo revelan una comunicación trunca, diálogos vacíos, sino también el verdadero drama de estos seres que no tienen otra cosa que lo cotidiano -en el sentido más básico- para expresarse, definirse y marcar sus propios territorios. Así, cobra una especial relevancia el trabajo de traducción que realizó Rafael Spregelburd, que permite el disfrute pleno de la propuesta del dramaturgo inglés. Por esos vericuetos lingüísticos va, de a poco, entrando el humor en escena, uno pequeño, seco, callado, que le cambia el cariz a cierto suspenso inicial. En esto del humor, el personaje que bien lleva sobre sus hombros Alejandro Fiore tiene mucho que ver. Un matón de pocas luces, inseguro, en exceso simplón e ingenuo, que cualquiera podría conjeturar que está allí por error. Fiore, en su composición, logra despegarse de un tipo de personaje que venía frecuentando con demasiada asiduidad, sobre todo en televisión -uno enojoso, ceñudo, malhumorado-, y se transforma en esta criatura entre torpe y candorosa que es su Gus. Fernando Sureda, por su parte, interpreta con justeza a Ben, un matón si se quiere más clásico, que contrasta muy bien con su coequiper. La nada más absoluta llena el pequeño espacio que ocupan los dos hombres hasta que descubren en uno de los muros un montaplatos que sorpresivamente manda pedidos de comidas desde un piso superior. Y mucho más sorpresivamente estos dos hombres se afanan, hasta desesperar, por cumplir con esos pedidos, y entonces todo empieza a redefinirse, a reinventarse. El montaplatos tiene una dramaturgia que lleva al espectador de la nariz hasta donde éste no imaginaba, y el equipo que encabeza Drut logra, con algunas pequeñas salvedades, seguirle el tren aun cuando imprime, felizmente, una huella personal. Una de estas salvedades está dada por algunos problemas de dicción de Fiore, o la última escena que, al menos la noche del estreno, no logró cerrarse en forma precisa. Quizá con el paso de las funciones, en general siempre ocurre, la obra logre mayor consistencia y pueda superar ciertos momentos aletargados que aquietan por demás la narración.
Verónica Pagés

No hay comentarios.:

 
Elegant de BlogMundi